La minería

La mitad norte de la provincia de Córdoba ha sido, desde la Prehistoria hasta mediados del s. XX, una de las regiones más prolíficas en cobre, plomo y plata, con una explotación minera que surge en el período Calcolítico (3000 a.C.). Estos recursos ayudaron al nacimiento y posterior desarrollo de Corduba, asentamiento anterior al de época romana que se extendía desde lo que hoy es el cementerio de la Virgen de la Salud hasta la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos y Montes.

En época romana las minas se multiplicaron y mejoraron sus técnicas de producción, convirtiendo a Corduba en una capital abastecedora de cobre con el que se fabricarían monedas como los ases y los oricalcos. Todos los recursos mineros de la cuenca del río Guadiato fueron explotados por Roma. Destaca Cárbula (probablemente Almodóvar del Río), cerca de la desembocadura del río Guadiato, donde en el Alto Imperio (27 a.C. - s. III d.C.) existían fábricas de ánforas para envasar y transportar aceite.

Cárbula fue un punto importante de recepción del mineral extraído de Sierra Morena, transformado en lingotes en las fundiciones de los alrededores. Las mercancías se transportaban con animales hasta Corduba, donde embarcaban por el Betis (Guadalquivir) hasta Cádiz, lugar de partida hacia Roma. La importancia de Cárbula queda patente en el hecho de que se acuñaron monedas con su nombre en la leyenda.

Los musulmanes utilizaron las minas más importantes y a los metales extraídos de ellas debió Córdoba el resurgir de su capitalidad y dominio peninsular.

Tras un largo paréntesis que va desde la Edad Media hasta la segunda mitad del s. XIX, compañías francesas e inglesas reabrieron las minas, lo que hizo de Córdoba una de las primeras exportadoras de plomo y plata de Europa y la primera en cobre. De las minas del Bejarano se extrajo calcopirita que aportó cobre de primera calidad.